
Una escuela rural en el Cauca, que está entre las montañas de El Tambo, aislada de los contextos urbanos, en donde los niños de quinto son de baja estatura por la desnutrición; no hay biblioteca, sólo libros escolares viejos; no hay computador, porque los dos que recibieron, ya usados, se dañaron a los tres meses; al frente de la escuela hay una montaña verde, espectacular, es verde de puro pino, pino cuyo propietario es la empresa de papel Cartón de Colombia. Y me decía el director de esa escuela: “Cartón de Colombia nunca nos ha traído un cuaderno ni un libro para los niños. Explotan la madera en estas montañas para fabricar el papel para los libros, pero no conocemos esos libros”.
“Hoy se lee más que antes”
Según los resultados de las pruebas de Pirls (Progress in International
Reading Literacy Study), Colombia se encuentra en los últimos lugares en
comprensión de lectura. ¿A qué cree que se debe esto?

Nadie puede leer si
no se señala una perspectiva: “Vamos a leer tal texto, en el marco del proyecto
pedagógico sobre los transgénicos”. Tanto el maestro como los estudiantes saben
para dónde van, qué van a indagar, lanzan preguntas alrededor del proyecto y
eso revela que los niños y los jóvenes sí saben leer. Estoy de acuerdo con los
estudiantes cuando no leen lo que les imponen, la lectura no funciona así. La
lectura es una práctica que transforma el pensamiento y que contribuye a la
cualificación de las competencias comunicativas a nivel oral y escrito; eso se
logra porque quien lo hace siente la necesidad de comunicar. Es entonces cuando
los profesores tienen que acompañar como interlocutores, ayudando a afinar las
preguntas, a escucharlos, poniéndose en su lugar, así tengan una redacción muy
irregular y así titubeen al hablar; si hay ideas en lo que se escribe o se
habla, ya hay un punto de partida para construir esa interlocución e ir
acompañando al estudiante a mejorar los modos de escribir y de leer.
Entonces, ¿cómo interpretar los resultados del estudio de Pirls?
Los países que
están arriba de Colombia son aquellos en donde los capitales simbólicos y
culturales son amplios. Hay una tradición de lectura fuerte y la tradición
escrita ha sido una constante a través de la historia, a diferencia de
Colombia, donde la tradición oral es el soporte de la cultura; el acceso a la
escritura está mediado por la fuerza de la oralidad. Ahora bien, algo que nadie
dice cuando se analizan los ratings es que Colombia, con sus violencias y la
inconsistencia de su educación, aparece por encima de países con una economía
muy estable, como Qatar y Arabia Saudita.
En el caso de
Colombia, ¿qué podemos esperar de su educación con estas relaciones sociales
tan desiguales y la falta de compromiso de los gobiernos con las políticas
educativas? Hay que ir a las escuelas de los pueblos en donde toman las
muestras para dictaminar los niveles de lectura. Por ejemplo, una escuela rural
en el Cauca, que está entre las montañas de El Tambo, aislada de los contextos
urbanos, en donde los niños de quinto son de baja estatura por la desnutrición;
no hay biblioteca, sólo libros escolares viejos; no hay computador, porque los
dos que recibieron, ya usados, se dañaron a los tres meses; al frente de la
escuela hay una montaña verde, espectacular, es verde de puro pino, pino cuyo
propietario es la empresa de papel Cartón de Colombia. Y me decía el director
de esa escuela: “Cartón de Colombia nunca nos ha traído un cuaderno ni un libro
para los niños. Explotan la madera en estas montañas para fabricar el papel
para los libros, pero no conocemos esos libros”.

Hay una tendencia
cada vez mayor a abandonar los textos canónicos escolares, instructivos, y a
trabajar con textos genuinos y diversos. Por eso las editoriales escolares se
quejan de los descensos en sus ventas, frente a lo cual ofrecen premios para
que los maestros sigan pidiendo los libros de texto. Es horrendo vincular de
manera tan obsesiva a la educación con los intereses comerciales; estas
editoriales no consideran las perspectivas innovadoras y los gobiernos no
controlan la calidad en los enfoques. Los lineamientos curriculares y los
estándares para las diferentes áreas están a tono con los enfoques
contemporáneos en educación, pero los libros de texto los tergiversan, porque
simplemente reciclan los mismos contenidos de hace cincuenta años.
Hace poco me
encontré en una escuela con un libro de distribución gratuita para las escuelas
públicas, es decir, distribuido por el Ministerio, con los mismos esquemas del
bla, ble, bli, blo, blu para iniciar a los niños en la lectura y la escritura,
cuando esto lo cuestionamos en los lineamientos curriculares de lengua
castellana. La agencia gubernamental no es consecuente con lo que declara,
porque los lineamientos van por un lado y los materiales de lectura por una vía
contraria. Si a las escuelas en lugar de libros de texto llegasen antologías de
poesía, de cuento, de ensayo, de textos de divulgación científica, de
materiales genuinos, como en efecto este año ha comenzado a hacerlo el Ministerio
—y sólo ahora—, los muchachos volarían; porque el problema no es que los niños
y los jóvenes no sepan leer sino qué les ofrecemos para leer y para qué. Me
asombra cómo les encantan a los niños los libros, pero hay pocos en las
escuelas rurales. En muchas de estas escuelas los organismos internacionales
que evalúan la educación, como Pirls, Pisa o Llece, toman las muestras para
dictaminar que tenemos índices muy bajos en lectura, pero qué hemos de esperar
si hay poco para leer en estas escuelas y, de otro lado, los docentes se
educaron a distancia y la educación a distancia es de bajísima calidad.
En las regiones apartadas de las grandes capitales, no sólo no hay
bibliotecas, sino que tampoco hay gente que incentive la lectura en los niños.
Los ministerios de
Cultura y de Educación cuentan con programas para incentivar la lectura; cabe
preguntar qué tipo de talleres hacen. Es necesario trascender la visión de la
lectura que ancla la interpretación en lo literal para promover el placer de
leer. No me parece que insistir en el placer de leer contribuya a incentivar la
lectura. Para leer un texto, todo sujeto padece. Padecemos cuando tratamos de
entrar al universo semántico de un determinando texto, luchamos para entender
los códigos específicos del texto, leer es trabajar con el pensamiento; tenemos
que ir y volver y devolvernos, en una relación que nos asegura la comprensión.
Los talleristas
fijan la idea del placer de leer, pero obstaculizan el acceso a la comunidad
letrada; ingresar a la comunidad letrada implica tener las herramientas
culturales y textuales para hacer detonar el universo de los textos. Los textos
se caracterizan porque representan a través de las palabras y de las imágenes
los mundos en los que vivimos, pero estos mundos no aparecen en la inmediatez
de la lectura, son construidos por el lector. Los sujetos que de una manera muy
versátil y ágil navegan en los libros y viven el asombro cuando logran
descubrir los procesos manipulatorios de los sujetos que hablan en los textos y
reconstruyen los múltiples saberes contenidos en ellos, asumen el rol de
lectores críticos.

¿El problema no sería, entonces, que los niños no sepan leer, sino que
los adultos encargados de guiar el proceso lector no sabemos leer?
Sí, ese es el
planteamiento. Si empezamos desde ahora, en unas dos o tres generaciones habrá
cambios importantes. Colombia acaba de salir de una situación de analfabetismo
preocupante. Hasta los años sesenta, el analfabetismo en Colombia era delicado,
y sólo ha logrado avanzar hasta ahora en la cobertura en la educación primaria
completa y apunta hacia la secundaria completa y hacia el ciclo de educación
media, que es incompleta y superficial. La educación se transforma por décadas.
Vendrán generaciones más potentes en el modo de interpretar los textos. La
cantidad de personas que asisten a la Feria del Libro es una señal y lo que
vemos en las bibliotecas de Bogotá y de Medellín indica que la gente quiere
leer; pero no perdamos de vista las grandes carencias en las zonas rurales de
Colombia, en donde hemos padecido la guerra. Con el tiempo se va a demostrar
que no le atañe exclusivamente a la escuela el saber leer adecuadamente, sino a
las familias. Y en los casos de las familias fragmentadas, al Estado. Allí es
donde la investigación tiene que llamar la atención sobre la importancia de que
los talleres respondan a la formación de lectores críticos y no simplemente de
lectores alfabetizados.
Por: Claudia Camacho y Diego Pérez Medina
aquí podrán encontrar artículos importantes sobre la educación actual, la importancia de tener una buena ortografía,algunas reflexiones interesantes, y para quienes están en la docencia, muchas ideas pedagógicas que ayudaran en sus procesos de orientación.
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